Cuando empecé a trabajar como fotógrafo en la escena nocturna de Medellín, nunca imaginé cuánto influiría esa experiencia en mi manera de abordar la fotografía de bodas. Durante dos años, documenté la vida nocturna de la ciudad para diez discotecas diferentes. Cada fin de semana, me sumergía en ambientes vibrantes y desafiantes, donde la iluminación era impredecible, los espacios variaban de diminutos a enormes, y el movimiento constante de la gente hacía que el reto fuera tan emocionante como agotador.
Mi trabajo no se limitaba a capturar imágenes; cada domingo me enfrentaba al maratón de edición, seleccionando y entregando el contenido de los diez sitios antes del lunes por la mañana. Fue ahí donde aprendí a trabajar con disciplina, a mantener la concentración y a desarrollar un ojo agudo para encontrar momentos significativos en medio del caos.
Las discotecas me enseñaron a moverme con rapidez, a anticipar los gestos y a trabajar con la cercanía que impone el estar en un lugar lleno de personas bailando, donde apenas había espacio para caminar. Fue un ejercicio constante de creatividad y adaptación, aprendiendo a usar cada destello de luz, cada sombra y cada rincón como aliados para contar una historia.
El giro inesperado llegó el día que uno de los dueños de la empresa para la que trabajaba me pidió que fotografiara su boda. Pasar de la energía frenética de la noche a la celebración íntima y especial de una boda fue un desafío emocionante. Me di cuenta de que muchas de las habilidades que había perfeccionado en las discotecas se trasladaban perfectamente: saber encontrar belleza en las condiciones más difíciles, trabajar con rapidez, y captar momentos auténticos en medio del movimiento y la emoción.
Ese día, comprendí que la fotografía de bodas podría ser mucho más que poses planificadas. Podía ser tan espontánea y genuina como las noches que había documentado. Desde entonces, ese enfoque ha definido mi trabajo. Cada boda es una celebración única, llena de vida, y mi objetivo es capturar su esencia con la misma pasión y autenticidad que me enseñó la interminable vida nocturna de Medellín.